En este sentido, recordamos que no toda diferencia constatable es interpelable en términos de desigualdad social: se deben evaluar casos, objetos o prácticas desde el punto de vista de las creencias colectivas más ampliamente compartidas. Bernard Lahire, por ejemplo sostiene que: “la distribución, por ejemplo, socialmente diferenciada de competencias técnicas no constituye injusticia social: nuestras creencias colectivas no constituyeron esas competencias como ventajas mayores y la no posesión de ellas como una minusvalía social insoportable. En cambio, en el caso de las tareas domésticas, durante mucho tiempo fueron consideradas socialmente en tareas poco valoradas, en consecuencia, se produjeron construcciones sociales de desigualdad en torno a ellas.” (Lahire, B; 2008)
En este sentido, las políticas educativas actuales tienden a la incorporación de la informática en alguna de sus formas, como requisito que aparece ante los ojos de todos como absolutamente necesario. Pero no debemos olvidar que la cultura no es sólo su forma en estado de “cosa”. Si bien, las TIC´s ponen a la mano una parte importante de la cultura en forma objetivada (los productos humanos exteriores al sujeto), y quizá sea esto parte de un proceso de democratización, para que dicha democratización se haga efectiva es fundamental la socialización de competencias, disposiciones, y criterios de valoración que permitan leerla, comprenderla, utilizarla y disfrutarla: de esto se trata la efectiva democratización del acceso.
Es decir, no pueden, por sí mismas, generar transformaciones tendientes a disminuir las desigualdades sociales de que hablamos.
Además, con respecto a su utilización escolar, las tecnologías de la información no plasman transformaciones ni producen cambios innovadores quizá, porque:
- su utilización es relativamente escasa;
- están ubicadas fuera del aula;
- están fuera del modelo pedagógico
Si bien en la actualidad existe una arquitectura de lenguajes (sonoros, orales, visuales, textuales, digitales) vinculados por interfases, las civilizaciones orales y visuales de las mayorías siguen siendo desconocidas tanto por la escuela como por la ciudadanía letrada: hay una desvalorización de toda alteridad al orden de la letra.
Pero la sociedad multicultural reivindica la cultura oral y desmonta la cultura letrada de su pretensión de ser la única digna de ese nombre.
Descentramiento, deslocalización y destemporalización están produciendo una diseminación del conocimiento, borrando fronteras tanto de la información como del saber común.
Lo que sucede con el descentramiento cultural del libro es que refleja la expandida circulación de saberes socialmente valiosos por fuera de la institución escolar. El eje fue durante V siglos el libro, pero la aparición del texto electrónico, o mejor la hipertextualidad, produce en los “nativos digitales” un nuevo modo de organización, transmisión y aprendizaje de conocimientos. Si bien, son cambios que no vienen a relevar al libro, sí lo relevan de su centralidad ordenadora. Pese a la multiplicación de las quejas, los adolescentes leen tanto o más que en el pasado, y lo que se ve en realidad no es tanto la muerte del libro como su dejar de ser el centro del universo cultural. La empatía tecnológica que tienen los jóvenes y adolescentes hace referencia al surgimiento de una generación cuyos sujetos culturales no se constituyen a partir de identificaciones con figuras, estilos y prácticas añejas tradicionales que refieren a la cultura, sino a partir de la conexión-desconexión con los aparatos. La familia y la escuela como espacios de continuidad en la atribución de valor a la formación, esta colapsando y hoy entran en la escena nuevos discursos, como el de las industrias culturales y su enorme capacidad de diversificar y desregular las ofertas de adscripción identitaria. En este sentido, es que la “brecha digital”, está condenando a un importante número de jóvenes a formas de exclusión cultural.
Si el sistema educativo no proyecta a largo plazo las acciones que tomará al respecto, en relación a las TIC´s, la democratización irá, como hasta ahora, traduciéndose sólo como una prolongación de las trayectorias escolares, sin que se atiendan de igual modo los aspectos fundamentales que aseguren una manera eficaz de igualdad de oportunidades.